Ataraxia es un estado consciente de calma.
Creo que tenía 17 años cuando descubrí la palabra ataraxia. Me engatusó su fonética robótica, lo cómoda que se desliza la x tras la a, y lo suave que resbala por la i y la a de nuevo. Un profesor de cincuenta y largos, apasionado de su asignatura y con muchísimas ganas de hacernos sentir tontos, nos explicó todo acerca de ese estado de calma; cada corriente filosófica apostaba por una forma diferente de alcanzarlo.
Unos decían que se llegaba a través del placer por el conocimiento, otros aseguraban que el camino pasaba por no emitir demasiados juicios acerca de los pensamientos que sobrevuelan nuestra cabeza (no escucharse demasiado, como diría mi abuela). Y por último, los estoicos defendían que la calma era el premio con el que se hacían aquellos que persiguen su mejor versión, y que para ello era necesario abrazar un estado de imperturbabilidad en el que las emociones no nos dañen.
Realmente no fui consciente del porqué del flechazo con esta extraña palabreja, pero ahora en perspectiva lo veo claro. Para alguien que llevaba viviendo con el corazón en la garganta toda la vida, el concepto era la prueba fehaciente de que si unos señores hacía siglos estaban reflexionando acerca de esto, lo incómoda que me sentía en mi manera de sentir tenía una fórmula antagonista y por tanto, no estaba sola. Me enamoré de la idea porque la necesitaba y se instaló en mi mente como un anhelo, como una utopía.
No recuerdo haber vivido en calma ni una sola etapa. Las emociones han sido tan protagonistas todo el rato que la ataraxia, llegado el momento, vino a imponerse dando un golpe limpio sobre ese poso amargo. Rompí la inercia, tomé el control, pero sigo notando mil caballos en el pecho. Pude abrazarlos, abrazarme. Emocional, para bien y para mal, pero con la ataraxia recordándome que la razón también sabe cabalgar.
Bienvenidas y bienvenidos a esta Newsletter. Estoy escribiendo una novela y tengo ganas de hablar sobre muchas cosas. Donde descansan las flores me ha regalado un año muy especial, aún sigo masticándolo; pero todavía no ha acabado, a 2024 le esperan más sorpresas. Ojalá os apetezcan y os gusten tanto como a mí.
Gracias por acompañarme una vez más, por seguir al otro lado de la pantalla, latiendo fuerte a pesar de todo.
Os voy contando.
Os mando un abrazo largo,
Sara Bueno
Pienso en la calma después de la tormenta, en mi autismo de fantasmas que me llevan pendular mente aunque a veces abrumado, me encadeno a esta preciosa palabra
Leerte es sentir esa ataraxia a la que aspiro y no llegan mi mente y corazón inquietos. Gracias, Sara, siempre, por tocarnos el alma a través de tu palabra viva.